“Las noches se alargaban, los días eran un eco sin fin y la mente no paraba de hablar.

Las noches se alargaban y la mente no paraba de hablar. Las manchas flotaban, y con ellas, mi paciencia se deshacía.

La playa, que antes era paz, se convirtió en un desafío visual. Cada ola era un reflejo distorsionado de mi angustia.

Y en la espera… mi mente inquieta preguntaba, imaginaba lo peor, tejía escenarios, y esa conversación constante me desgastaba. Era como si se hubiera descontrolado por completo.

Anterior
Anterior

Episodio 4: El miedo era real

Siguiente
Siguiente

Episodio 6: Preguntas sin respuestas